Querida Lina:
Te traigo aguacates de las plantas que sembraste hace algunos años. Estas hojas viejas de las lágrimas que alguna vez derramaste mientras escribías. Esta es la funda de la almohada que te vio llorar. Este es el olor a café recién preparado en la mañana que hacía mamá. Aquí están tus libros, todo lo que has escrito, lo que has plasmado y lo que no te atreviste a publicar. Éstos son tus cuadernos. Léelos. Reléelos.
Estos son tus suspiros, envasados en pequeñas victorias, en recuerdos nostálgicos, en alegrías y tristezas. Estos son tus ataques de ansiedad que aprendiste a manejar.
Esta eres tú. Amorosa, comprensiva, más reflexiva que habladora.
Estas son tus fotos dictando conferencias, haciendo talleres, visitando colegios y fundaciones. Enseñando valentía desde tu vulnerabilidad.
Estas son tus dudas, tu autosabotaje, tus hábitos clandestinos. Esta eres tú. Lo que fuiste y lo que eres.
Esta es tu taza de té mientras escribes estas letras.
Este es el aroma de café que desprenden estas palabras.
Estas son las clases de escritura, las noches de lectura, el despojo de la piel mientras escribías.
Estas son tus horas pasadas en ejercicios, dietas y masajes. Tus horas en el salón de belleza, en salidas a comprar cosas que nunca necesitaste. Nada de eso me ha servido de a mucho.
Esto es el olor a tierra húmeda desde la ventana de nuestro escritorio.
Este es el olor a madera de tu biblioteca.
Estas son las clases impartidas en tu refugio creativo.
Esto es lo que has recolectado. Tu siembra desde hace años.
Esto es a quien amas y a quién dejaste de amar. Esto es la forma en lo que extrañas lo que ya no es y tampoco será.
Viajera, autora, emprendedora.